martes, 5 de enero de 2016

CARTA

     L'Hospitalet del Llobregat, a 5 de Enero de 2016.


     Estimado señor:


     A la recepción de esta misiva espero que se encuentre usted bien de salud.


     Le escribo estas líneas para ponerle en antecedentes, ya que están aconteciendo sucesos inauditos de un tiempo a esta parte y quisiera poner a su disposición dichos datos para que, si fuere necesario, tuviera usted una base sólida en la que apoyar la argumentación que utilice en conversaciones, discusiones o, incluso a la mayor, disquisiciones y pleitos judiciales.


     Sucede que, en los últimos meses, hemos visto con asombro como el pueblo ha cambiado su orientación, buscando evitar la división en dos propiciada por los poderes fácticos.  Y en esas andaba el pueblo, o eso parecía, cuando de repente, sin saber ni cómo, la división en dos se convirtió, como por mitosis, en división tetragónica.  Tal es la división que no produce cociente, sino que, para suerte de todos o, al menos, no para desgracia de nadie, la resolución del problema está lejana y eso está permitiendo, aunque parezca increíble, la tranquilidad de las masas.  Parece, empero, extraño sobremanera que en algunas zonas la antigua división continúe tan arraigada.


     Sucede también, y también en los últimos meses, aunque con un grado de cercanía algo superior, que donde parecía que todo estaba resuelto, algún poder extraño, llámesele honestidad, testarudez, impotencia, ignorancia o vaya usted a saber qué, provocó que las cosas se dirigieron hasta un embrollo de tal calibre que, sinceramente, incluso en los adalides de la unión están comenzando a calar las dudas, por otro lado absolutamente justificadas a mi humilde modo de ver, y dando alas, con ello, a sus contrarios en pensamiento, mientras gana adeptos la posibilidad de que tengan que repetirse actos que ya se creían superados y, después, volver a vislumbrar, con nuevos ojos y nuevas miradas, lo que en un futuro debiere acontecer.


     Sucede, por otro lado, que en lugares en los que parecía que se había establecido el gris oscuro, el aburrimiento supino, la falta de misericordia, la insensibilidad inasumible, la injusta insensatez y la insensata injusticia, así como la estulticia normalizada, se ha impuesto, como por ilusionismo, una suerte de normalidad útil, de sensatez y justicia, de asunción de sensibilidades, de misericordia a raudales, de alegría tremenda y de colorido ambiente, no exentos, en su origen, de excesos de improperios debidos, principalmente, a los defensores del tedio.  Dichos defensores continúan por dichos derroteros.  Sin embargo, el resto de asustados al principio aplauden ahora el cambio o, al menos, no se guarecen en la nostalgia de un tiempo que, por pasado, no fue mejor, acaso fuera, bien seguro, peor, tal como ha quedado reseñado.


     En lo demás, y por desgracia, todo sigue igual.  Muerte y desesperación por un lado, excesos y alegría por otro, y, en modo alguno desalentada sino todo lo contrario, cada día más crecida y desagradable, Telecinco, que no hay manera de acabar con semejante institución.


     Sin más, en la esperanza de que este resumen haya sido esclarecedor, instructivo o, al menos, entretenido durante su lectura, me despido de usted no sin antes instarle a que no me responda ya que, en apenas segundos, todo esto aquí explicado puede cambiar, estallar en mil pedazos o confirmarse dejándome, en las dos terceras partes de las posibilidades citadas, con las posaderas al descubierto como vulgarmente se dice.  Excepto lo de Telecinco.  Eso nada.  Eso no variará.


     Se despide, afectuosamente:








     JOSÉ PEDANTE IRREDENTO.